“Pero tú. . .”—Un llamado a ser diferente
El Reverendo Vaughan Roberts sirve como rector de la Iglesia St. Ebbe’s, en Oxford, Inglaterra.
Las tristes palabras de Søren Kierkegaard a menudo suenan a verdad: “Mientras que Cristo cambió el agua en vino la iglesia ha tenido éxito en hacer algo más difícil; ha cambiado el vino en agua”. La Iglesia debería ser la contra-cultura de Dios, resplandeciendo Su luz en un mundo oscuro, sin embargo con frecuencia solo reflejamos la oscuridad a nuestro alrededor. Son, sobre todo, los pastores que conllevan la más grande responsabilidad. Una iglesia contra-cultura demanda un pastorado contra-cultura.
La segunda carta a Timoteo viene de un tiempo de crisis. Muchos están abandonando la fe verdadera y adoptando una forma de religión que es más aceptable al mundo. Al acercarse al fin de su vida el apóstol, exhorta a su joven discípulo a mantenerse firme. En tres ocasiones en el corazón de la carta, repite dos palabras que, aunque son traducidas diversamente en nuestras versiones, simplemente significan “pero tú”. Todavía contienen un desafío poderoso para los pastores de hoy. En un mundo en decadencia moral y una Iglesia frecuentemente corrupta, Dios nos llama a sobresalir y ser diferentes: “pero tu…”
1. Pero tú—sé un ministro piadoso (2 Tim. 3:10)
Pablo nos confronta con una dura realidad: “en los últimos días vendrán tiempos peligrosos” (3:1). Ciertamente debemos entristecernos cuando vemos los estándares de Dios despreciados, pero no debemos sorprendernos. En cada generación habrá aquellos, inclusive en el liderazgo de la iglesia, que se “resisten a la verdad” (3:8). La defensa de las uniones homosexuales por muchos líderes dentro del Protestantismo Occidental es tan solo un punto en este caso. Es un síntoma de una actitud arrogante hacia las Escrituras y la tradición que ha sido utilizada para justificar todo tipo de opiniones heréticas y comportamientos impíos. No hay duda que deberíamos responder con una fuerte afirmación de la verdad de la Palabra de Dios, pero esto no es donde empieza el apóstol. Su primera apelación es a la santidad: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta” (3:10).
Un distinguido predicador una vez me dijo, “No hay un solo pecado en el libro que yo no podría cometer”. ¿Reconocemos esa realidad acerca de nosotros mismos? Antes de arremeter contra la maldad en el mundo y en otras secciones de la Iglesia ¿Hemos visto por dentro de nosotros mismos? ¿Hemos permitido que las semillas de los mismos pecados que condenamos en otros crezcan en la privacidad de nuestros propios corazones? Y ¿reconocemos las nuevas tentaciones sutiles que vienen una vez que buscamos defender la verdad de Dios contra aquellos que la rechazan? A veces, Pablo debe haber deseado responder de alguna forma a algunos de los vituperios de sus enemigos, pero se mantuvo piadoso inclusive bajo grandes presiones. Pablo fue un hombre de gran “fe, paciencia, [y] amor” (3:10). Nosotros somos llamados a seguir su ejemplo. No es suficiente que prediquemos un mensaje fiel; sino que también vivamos vidas fieles. De lo contrario ¿por qué alguien ha de escucharnos?
2. Pero tu—sé un ministro del evangelio (2 Tim. 3:14)
La próxima apelación de Pablo concierne lo que Timoteo debe creer y proclamar: “Pero tú persiste en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido” (3:14). Èl debe mantenerse en el evangelio que está expuesto en las Escrituras y que se enfoca en la salvación de Cristo (3:15). A él se le da un cargo claro: “Que prediques La Palabra” (4:2).
Tenemos razón en rechazar un ministerio pietista que solo se dirige a los fieles y restringe su mensaje al mundo privado del hogar y la iglesia. Nuestro Dios es creador de todas las personas y de todas las cosas. Como ministros de Su Palabra somos llamados, no solo a ser pastores en el santuario, sino también evangelistas y profetas en arena pública, en los medios, en la arena política. Pero al dirigirnos al mundo, asegurémonos de que no enmohezca nuestro mensaje. No solo son aquellos los que comprometen la verdad para rascar a las personas donde les pica (4:3) los que están en peligro aquí. Si simplemente reaccionamos, y solo hablamos cuando tenemos alguna atrocidad que condenar, estaremos presentando un mensaje distorsionado. La fidelidad demanda que hablemos contra males como el aborto, la inmoralidad sexual, la injusticia, pero no nos atrevemos solo a ser paladines morales. Debemos realizar todo lo que podamos para apuntar hacia el único y verdadero Dios, el Creador y Juez de todo, y al Señor Jesucristo que murió para salvarnos.
3. Pero tú—se un ministro valiente (2 Tim. 4:5)
Pablo no hace ningún intento por esconder el hecho que el ministerio fiel en los últimos días se involucrará en mucho sufrimiento. Algunos cederán bajo la presión y adaptarán el mensaje como para causar menos ofensa, pero Pablo le dice a Timoteo y a nosotros: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (4:5).
A lo largo de las últimas décadas la cultura occidental ha ido gradualmente rechazando sus fundamentos cristianos. Las creencias y estándares que una vez fueron parte del fundamento de la sociedad cada vez más son vistos como heréticos por los estándares de la nueva ortodoxia secular. Reportes de que un pastor es perseguido en Australia por proclamar que el Islam no es el camino a Dios y en Suecia que un pastor es perseguido por condenar la práctica homosexual, de seguro son un augurio de más problemas por venir. El ministerio del evangelio en el siglo veinte y uno demandará agallas.
El Rey Enrique VIII se enfureció una vez por un sermón predicado por Hugo Latimer, obispo de Worcester. Este convocó al obispo a regresar el próximo día y le ordenó dar un mensaje más aceptable. Latimer respondió repitiendo su mensaje, palabra por palabra. Esto requirió valentía. Él no sabía que el rey le aplaudiría por su persistencia en vez de enviarlo a ser decapitado. Nosotros necesitaremos ese mismo espíritu si hemos de ser pastores fieles hoy en día. Estaremos tentados a ceder e ir a la deriva con la multitud, Pero Cristo nos llama a ser diferentes: “Pero tú…”