Tercera misión para el Occidente
Os Guinness es un conferencista renombrado y autor de numerosos libros, incluyendo Time for Truth (El tiempo de la verdad), The Gravedigger File (El archivo del sepulturero), y Long Journey Home (El largo camino a casa). Guinness es un inglés, nacido en China, que tiene títulos de las universidades de Londres y Oxford.
Si es correcto (como se argumentó en el ensayo #1) que estamos a las puertas de una nueva posibilidad radical en la historia: un Occidente pos-cristiano y una Iglesia pos-occidente, entonces enfrentamos una decisión crucial en cuanto a cómo responder—el enlazar a nuestra cultura para Cristo o desconectarse de ella.
Las voces que argumentan por el desconectarse son fuertes. Algunos lo hacen en nombre de formar un remanente fiel en una era impía, algunos por fatiga y desilusión, luego de una generación de involucramiento político sin frutos, y algunos por las nociones exageradas de los últimos tiempos que los dejan con destino hacia las colinas y leyendo las series Dejados atrás (serie de libros que habla acerca del rapto). Millones más están votando con sus pies (o con sus cómodos sillones), y un llanto recurrente de que “todo ha terminado”. La cultura Occidental se ha perdido ya decisivamente. Como un eminente erudito cristiano dijo recientemente, “No estamos a las puertas de perder el Occidente. Nos encontramos ya más allá del punto de donde ya no hay marcha atrás”.
Yo haría abiertamente un llamado por lo contrario-por un involucramiento fresco con la cultura Occidental con el fin de ganarla de vuelta para Cristo. Ciertamente, lo que enfrentamos hoy es la necesidad de una “tercera misión para el Occidente”, o en palabras del nuevo Papa Benedicto XVI, “la re-evangelización del Occidente”. Para aquellos que conocen a Dios y el poder del evangelio, la historia nunca es determinista, ninguna de las probabilidades son tan abrumadoras de que alguna vez llegue a acabarse todo, y ninguna puerta está realmente cerrada a menos que Dios la haya cerrado.
El ganar de vuelta al occidente no será un trabajo de cinco minutos, ni cinco meses, ni cinco años. Puede tomar cien años, ya que las esferas más difíciles de nuestra sociedad como las universidades no serán ganadas sin un trabajo inmenso y perseverante. Y nuestro motivador no debe ser el ganar de vuelta al occidente para el bien del occidente (o por el bien de Norteamérica o Europa, ni siquiera por la democracia o la civilización), sino el ganar de vuelta al occidente para Cristo—por fidelidad a la Gran Comisión. En otras palabras, nuestra preocupación es el occidente, no porque es de ninguna manera superior o porque valga la pena salvarlo—fácilmente podríamos argumentar lo opuesto - sino porque el occidente es nuestro Jerusalén y nuestra Judea, desde donde debemos unir nuestras manos con otros alrededor del mundo y extendernos para llevar el evangelio a Samaria y a los confines recónditos de la tierra.
¿Por qué “tercera misión” hacia el occidente? La primera misión hacia el occidente fue la conversión del Imperio Romano, un movimiento de tres siglos bajo Dios que fue un logro asombroso a través del cual la fe de algunos descontentos provinciales creció para reemplazar la fe de Roma en sí. La segunda misión al oeste fue la conversión de los imperios bárbaros, un logro menos conocido pero igual asombroso a través del cual los pueblos tribales violentos de Europa fueron “domados” y los fundamentos para lo que llegó a ser el cristianidad fueron puestos. Hoy, mientras que el legado de aquellas misiones grandes y exitosas se acaba, enfrentamos el desafío de darnos por vencidos o salir a una tercera misión del occidente.
En ensayos subsecuentes estableceré los desafíos y oportunidades de lo que significa el considerar ganar de vuelta nuestra civilización. Pero una verdad será la base de todas. El trabajo de ganar de vuelta el occidente es tan estupendo que solo podemos tener éxito si determinamos sin temor—en la gran frase de Hudson Taylor—el “hacer la obra del Señor a la forma del Señor”. Con el debido respeto a la brillantez de los puntos de vista modernos y tecnológicos, el confiar en ello, como mucho del crecimiento y la misión de la iglesia lo ha hecho abiertamente hoy en día, sería como invitar al fracaso y serían expuestos como infieles.
Puesto de diferente manera, el ganar de vuelta al occidente involucra muchas cosas, pero es una labor esencialmente espiritual, teológica y evangélica. Por lo tanto la necesidad por trasmontar el desdén generalizado por la teología y el despojarnos del reciente bagaje cultural y político del movimiento evangélico y el ser verdaderamente evangélicos—gente que se definen a sí mismos y a sus vidas por las primeras cosas de las buenas nuevas (o evangelión) de Jesucristo.
Ha habido tiempos en el pasado cuando las cosas han sido aún peores de lo que son hoy, y aquellos que respondieron en fe fueron mucho menos que aquellos que se encuentran listos para responder hoy. Pero el desafío es el mismo: el confiar solo en Dios, el no temer, el dejar que Dios sea Dios, y mirar y esperar ver lo que solo Él puede hacer.